Nota opinión Infobae

La ley de seguridad porteña que votará la Legislatura en los próximos días es una propuesta que no sólo implica la creación de la Policía de la Ciudad, a partir de la fusión de la Metropolitana con la Federal, sino que es un plan integral profundamente innovador que contempla un cambio de paradigma; ya no sólo se trata de perseguir el delito sino de prevenirlo.

La iniciativa aborda aspectos importantísimos y transformadores como lo son la participación vecinal, la confección de un mapa del delito, la creación de una Oficina de Transparencia en manos de civiles y la posibilidad de que la máxima autoridad policial sea también un civil.

Estas modificaciones adquieren una relevancia particular si lo que queremos es descartar un viejo sistema de seguridad verticalista y corporativo que claramente fracasó hace ya mucho tiempo y pasar a otro cuyo eje sea la transparencia y el profesionalismo. Sólo basta preguntarnos cuántos policías hay detenidos por alguna denuncia de Asuntos Internos de la Federal para corroborar que hay un pacto de silencio, de autoprotección entre los miembros de la antigua fuerza. Por eso, considero que un civil y la auditoría externa que propone esta ley rompen ese acuerdo y permiten avanzar en el desplazamiento de aquellos policías corruptos.

Un civil que no esté condicionado por intereses internos de la fuerza va a tener la oportunidad de sancionar a quien corresponda con amplia libertad. A su vez, la posibilidad de que la sociedad participe y se empodere denunciando a aquellos miembros con mal desempeño es enriquecedora y cumple con un papel de fiscalización que genera mayores garantías de transparencia, ya que ningún gobierno o institución puede abarcarlo todo.

En el mismo sentido, el hecho de que la conducción máxima de la fuerza pueda ser un civil permite la distancia necesaria para que haya un control eficiente de los subordinados. Claro que para construir una Policía realmente moderna deberá ser una persona que responda a ciertos parámetros de transparencia y profesionalización.

La propuesta que llegó del Ejecutivo pasó por la Cámara de Legisladores porteños, donde las diversas fuerzas representadas tuvimos la oportunidad de plantear algunos cambios y sumar artículos para la consolidación de la norma con el fin de lograr la mejor ley posible. Después de algunas jornadas analizando la iniciativa del ministro de Seguridad porteño, se llegó a un texto ampliamente consensuado. Quiero destacar y celebrar el diálogo que se pudo entablar gracias a la buena voluntad de todos los actores implicados, y señalar que desde el disenso y la diversidad de criterios es posible construir y acordar. Cuando sancionamos leyes, nunca debemos dejar de lado que su único fin es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. En este caso se trata de un aspecto tan fundamental como la seguridad, con todo lo que ella implica, porque sin un plan orgánico y sólido nos arriesgamos al avance del narcotráfico, la trata de personas, los delitos menores, la violencia y la corrupción.

La formación de la Policía de la Ciudad debe ir acompañada del traspaso de la Justicia de la órbita nacional a la local para que se consolide la autonomía de la Ciudad tantos años postergada. No debemos permitir que intereses particulares o mezquindades de ciertos personajes enquistados en el Poder Judicial obstaculicen este proceso que ya se ha iniciado. Confío en que exista la misma voluntad política que hubo para acordar la tan ansiada ley de seguridad y así seguir avanzando en la constitución de una ciudad con mayores garantías para sus ciudadanos.

http://www.infobae.com/opinion/2016/11/17/prevenir-el-delito-el-desafio-de-la-nueva-policia/